La vulnerabilidad y exclusión social de la infancia en España se ha visto acrecentada especialmente durante estos dos años que estamos viviendo en pandemia, provocada por la enfermedad COVID-19 desde principios de 2020. Desgraciadamente, la situación de partida era crítica, dada la última crisis económica sufrida en nuestro país. Según datos de UNICEF, esto supone una privación material de algunos de los satisfactores primarios de la necesidad de salud física: alimentación, vivienda, vestidos e higiene y atención sanitaria.
Además, el número creciente de niños y niñas viviendo en un hogar con bajos ingresos genera una situación adicional de estrés, inseguridad y falta de oportunidades que afecta negativamente a su satisfacción vital. Todos estos factores han sido el origen de la evolución experimentada en España sobre los indicadores de desigualdad, que suponen también una seria vulneración de la mayor parte de los derechos que les reconoce la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
El Comité Español de UNICEF destaca además que la infancia, junto con los jóvenes, son el grupo de edad que sistemáticamente viene padeciendo mayores niveles de pobreza. La pobreza infantil destaca en España como un problema eminentemente estructural, que tiende a agravarse en los periodos de crisis económica y que no se reduce significativamente en las fases expansivas. Se hace por tanto necesario colocar a la infancia como una prioridad en la agenda política y que exista voluntad política (y compromiso social) para eliminar la brecha de desigualdad que afecta especialmente a la infancia en España.
En esta décima edición del Ciclo de Cine sobre Derechos de Infancia y Adolescencia que planteamos desde la asociación Universitarios con la Infancia en colaboración con el Aula de Cine de la Universidad de Zaragoza, queremos visibilizar esta realidad y promover la reflexión acerca de la necesidad de eliminar la brecha de desigualdad que afecta a la infancia y que supone una seria vulneración de sus derechos, afectando gravemente a su desarrollo personal y social.
Iniciamos el ciclo con Nadie sabe (Dare mo shiranai, 2004), una producción japonesa dirigida por Hirokazu Koreeda. La película nos cuenta la historia de una familia monomarental formada por cuatro niños, de distintas edades y padres, que conviven en un pequeño piso de Tokio sin haber tenido nunca educación reglada. Su vida idílica se verá trastocada cuando su madre les abandone a su suerte, teniendo que sobrevivir sin una red de soporte.
La segunda película, El italiano (Italianetz, 2005), es una película de producción rusa y dirigida por Andrey Kravchuk que nos narra la historia de Vanya, un pequeño niño de 6 años que vive en un orfanato ruso (bastante destartalado, superpoblado y con una gestión discutible) esperando a que alguien vaya a adoptarle. El deseo de cumplir su sueño, gracias a una familia italiana, se enfrentará a su deseo de conocer a su verdadera madre.
Los herederos (2008), película documental de coproducción suizo-mejicana dirigida por Eugenio Polgovsky, nos sitúa en Méjico para contarnos las vidas de varios niños y sus familias que trabajan en los campos mejicanos. Esta película es un retrato de sus vidas y de su lucha diaria por sobrevivir, mostrando que las realidades de estos niños son reflejo de aquellas de sus ancestros: una generación tras otra permanece atrapada en un ciclo perpetuo de pobreza.
El director turco Atalay Tasdiken dirige Mommo (Kiz kardeşim, 2009), una producción turca que cuenta la historia de un niño y una niña forzados a vivir con su abuelo tras la muerte de su madre y el rechazo de su nueva madrastra. Esta situación se ve agravada por la actitud de otros miembros del pueblo, que o bien los ignoran o bien los tratan mal, obligando a los hermanos a arreglárselas con muy poco para sobrevivir.
Los niños de Diyarbakir (Min dît, 2009), una coproducción turca-alemana dirigida por Miraz Bezar, nos sitúa en el Kurdistán turco de los años 90, donde una joven Gülistan y su su hermano Firat se verán forzados a sobrevivir como puedan tras haber perdido a todos sus parientes durante la guerra y presenciar el asesinato de su padre, un periodista político, y su madre a manos de las fuerzas de seguridad del estado.
La siguiente película del ciclo, The Foster Boy (Der Verdingbub, 2011), es una coproducción suizo-alemana dirigida por Markus Imboden. Cuenta la historia de Max, un joven huérfano que es enviado a una familia de acogida, donde es utilizado como mano de obra barata en la granja. Max hará amistad con Berteli, otra niña que es enviada a la misma familia. Juntos soñarán con huir del maltrato y trasladarse a Argentina, donde poder vivir libremente.
The Selfish Giant es una producción británica dirigida por Clio Barnard en 2013. La película se centra en dos jóvenes adolescentes y amigos de 13 años, Arbor y Swifty. Expulsados temporalmente del colegio, acaban recogiendo (y robando) chatarra, vendiéndosela al propietario de una chatarrería local. La buena complicidad entre el propietario y Swifty llevará a Arbor a sentirse excluido, abriendo una brecha en su relación de amistad, llegando a un momento álgido donde un acontecimiento trágico hará que todo cambie.
Cierra el ciclo de este año la película Sold, una producción canadiense y estadounidense dirigida por Jeffrey D. Brown en 2016. Narra la historia de una joven nepalí de 13 años que es cedida por sus padres bajo la promesa de una vida mejor en otra ciudad, trabajando como criada del hogar. Sin embargo, la joven acaba en la India donde vive en un burdel, forzada a ejercer la prostitución.